Para poder llegar a definir la salud mental comunitaria partimos de que la salud “es una manera de vivir
autónoma, solidaria y satisfactoria” (Congreso de médicos y biólogos de lengua catalana, 1978). Por lo
tanto, el concepto de salud va más allá de la dicotomía salud-enfermedad y es situada en el ámbito de la
calidad de vida y del bienestar de las personas, dejando de centrarse en la ausencia de la enfermedad
como única forma de definición.
Debemos entender que la salud viene determinada por diversos factores internos y externos, y por ello
se habla de los determinantes sociales de la salud, entendidos como un “conjunto de factores
personales, sociales, económicos y ambientales que determinan el estado de salud de los individuos o
poblaciones” (OMS, 1998, p.16). Y son divididos en cinco grupos: el sexo, la edad y los factores
hereditarios; los factores del estilo de vida individual; las redes comunitarias y sociales; las condiciones
de vida y de trabajo y las condiciones generales, socioeconómicas, ambientales y culturales (OMS,
2008).
Por lo que hace al concepto de salud mental, es complejo de definir, ya que, a la hora de buscar su
terminología, no se encuentra una definición que sea aceptada de forma universal. No obstante, en el
presente artículo partimos de que la salud mental va más allá de la mera ausencia de un trastorno
mental y se destaca el vínculo directo que tiene con el desarrollo económico, cultural, social y personal
de las sociedades y como busca fomentar la calidad de vida de las personas teniendo en cuenta todos
los factores que la envuelven.
Es importante entender que la salud mental no es una dimensión independiente de la salud, sino que
como dice Saraceno (2018) no puede haber salud sin salud mental, ya que todo acto tiene una
repercusión psicológica en nosotros y por ese motivo toda persona debería de tener derecho a una
atención integral en salud mental.
Antiguamente en el ámbito de la Salud Mental se realizaba una atención exclusivamente biomédica, la
cual la llevaba a cabo el o la psiquiatra mediante un tratamiento farmacológico (Tizón y Rosell, 1983). No
obstante, en la actualidad damos gran importancia a los determinantes sociales de la salud, ya que
afectan directamente a la salud mental, influenciando de forma positiva o negativa en la calidad de vida
de las personas y tienen un papel destacado en el desarrollo de los trastornos mentales. Por este motivo
se ha generado un nuevo concepto de intervención: la Salud Mental Comunitaria, entendida como “un
modelo de salud pública que trasciende la mera asistencia clínica, centrada en la persona con un
problema de salud mental como asiento individual de patología, para proyectarse en la comunidad
tratando de hacer cambios positivos en sus instituciones y en la comunidad misma, a fin de modificar los
factores que predisponen a la patología y posibilitar más bienestar o al menos la información necesaria
para una vida más saludable. Se pretende la prevención y promoción de la salud integrada con la
prevención secundaria y la rehabilitación” (Desviat, Moreno, 2012).
De acuerdo con esta definición, la Salud Mental Comunitaria se entiende como un modelo de salud en el
que la comunidad y el contexto social tiene una gran importancia. Este nuevo modelo pretende trabajar
con las personas que tienen problemas de salud mental dentro de su comunidad, fomentando su
participación en esta a través de un proceso de recuperación biopsicosocial, en el cual entiende a la
persona como protagonista de su proceso y a la familia como posible recurso con la que trabajar.
Destacando así tres factores importantes que se interrelacionan entre sí: la persona (subjetividad), la
familia y la comunidad.
Pero dicho modelo de intervención no solo se centra en proporcionar un tratamiento con base
comunitaria y una rehabilitación a las personas que tienen problemas de salud mental, sino también en
trabajar la promoción de la salud mental y la prevención de los trastornos mentales y las adicciones
dentro de la comunidad.
Se entiende por comunidad al “grupo de personas que viven en una zona geográfica definida,
comparten la misma cultura, valores y normas, están organizadas en una estructura social conforme al
tipo de relaciones que el grupo ha desarrollado a lo largo del tiempo, estando atravesadas por las
mismas instituciones. Sus miembros tienen consciencia de su identidad como grupo, presentan
sentimiento de pertenencia, comparten necesidades y recursos y pueden asumir el compromiso
compartido de satisfacerlas.” (OMS, 1998).
Partiendo de esta definición, destacamos la importancia de los vínculos, ya que a partir del tipo de
vínculo que se genere, la comunidad tendrá unas características u otras. Para fortalecerlos es
importante que la comunidad esté territorializada, puesto que habrá más posibilidad de que tengan más
espacios para compartir y que estén atravesados por las mismas instituciones como la escuela, las
administraciones, la iglesia, etc. Hecho que conlleva a que convivan bajo las mismas normas y valores y
se acabe fomentando el sentido de comunidad. No obstante, para que pueda perdurar en el tiempo y
que los vínculos no se debiliten, se deben establecer objetivos comunes entre sus miembros y que se
genere un sentimiento de pertenencia, factor clave para generar espacios de confianza en donde se
compartan las necesidades y recursos de los miembros y se facilite el proceso de consecución de los
objetivos comunes previamente establecidos.
Partiendo de que somos seres sociales que estamos en constante interacción social y que generamos
nuestra identidad dentro de una comunidad, es imposible no concebir que nuestra salud mental está
influenciada por lo que nos sucede dentro de ella y en como lo gestionamos cada uno de nosotros.
Si volvemos a los ejes en el que trabaja el modelo de la Salud Mental Comunitaria: prevención,
promoción y tratamiento. Se observa que la comunidad está presente en los tres ejes. Por lo que hace a
la prevención de los trastornos mentales y a la promoción de la salud mental, se realiza un trabajo con y
para los miembros de una comunidad, teniendo en cuenta y ajustando la intervención a las necesidades
e intereses del grupo en el que se trabaje. Por otra parte, en el tratamiento se busca fomentar la calidad
de vida de las personas con problemas de salud mental y para ello se ha de tener en cuenta en que
entorno vive la persona y qué oportunidades le puede proporcionar la comunidad para que vuelva a
sentirse parte de ella. Para que esto ocurra, se ha de trabajar dentro de ella realizando un trabajo
transversal en red con las distintas instituciones que atraviesan los miembros de la comunidad.
Convirtiéndola así, como parte esencial del proceso y como escenario asistencial.
Otro de los factores claves de la Salud Mental Comunitaria es la subjetividad de la persona, entendida
como “el momento en el que toda la corporalidad humana es considerada desde la indicada perspectiva
«interior» (Dussel, 1999). Es decir, es el conjunto de percepciones, el lenguaje y los argumentos que
tiene la persona y que son influenciados por sus deseos, necesidades e intereses.
El modelo de Salud Mental Comunitaria entiende a la persona como protagonista de su proceso. El
usuario es quien toma las decisiones y el profesional es quien acompaña y quien centra la intervención
en las necesidades e intereses de la persona. A partir de conocer su historia de vida, sus habilidades, sus
intereses, sus necesidades y sus capacidades. Es importante fomentar la participación del usuario y
buscar niveles de compromiso para que no sea un agente pasivo en su proceso biopsicosocial, ya que,
sino el usuario no llegará al objetivo de la intervención. Según Saraceno (2018) durante muchos años ha
habido y sigue habiendo diversas formas de coacción que fomentan el mutismo de las personas
con problemas de salud mental: la imposición del tratamiento, el engaño y el miedo. No obstante, con
este modelo se pretende que las personas tengan voz y voto en su intervención, pero también en
proyectos, siendo consultores, colaboradores o líderes de la investigación. Aun así, hoy en día queda
mucho por hacer a la hora de trabajar la presencia del usuario como persona de derecho, tanto en el
sistema sanitario y social como en la sociedad en general.
No podemos concebir la subjetividad de la persona como un factor independiente y aislado, ya que, si
actúas solo en la persona, a la larga influencias de forma indirecta a todo su entorno. Por ello, hay que
tener en cuenta a su red de apoyo, como es la familia, para que sean agentes activos en su proceso
terapéutico.
Se entiende por familia, al núcleo social fundamental en el que el ser humano nace, crece y desarrolla.
Su objetivo principal es el de preservar y transmitir los valores y tradiciones, sirviendo así de enlace a las
generaciones. Es la principal red básica con la que la persona construye sus primeros vínculos afectivos y
quienes proporcionan soporte y cuidado a la persona.
En la Salud Mental Comunitaria la familia tiene una gran importancia, ya que la aparición de un
trastorno mental de cualquier miembro de la familia repercute a los otros miembros y a cada uno le
afecta y responde de una forma distinta, cambiando así su dinámica. Por ello es importante reconstruir y
redirigir al grupo, puesto que hemos de comprender a la familia como uno de los principales grupos de
apoyo para la persona.
A la hora de conducir el proceso terapéutico es importante mirar las características de la familia. Hay
que tener en cuenta como es la relación entre la familia y la persona con problemas de salud mental,
como la familia se comporta con el profesional y detectar los mecanismos de defensa para poder
trabajar adecuadamente.
Por lo tanto, sería positivo pactar una alianza de trabajo con la familia y la persona, teniendo en cuenta
que la persona con problemas de salud mental es la protagonista del proceso terapéutico y que por ello
hay que trabajar su integración. Y mejorar la competencia de la familia para que sea generadora de
autonomía y no de dependencia. Convirtiendo así a la familia en agente de apoyo, los cuales trabajen
para fomentar el empoderamiento de su familiar.
Concluyendo, el modelo de Salud Mental Comunitaria abarca una visión de trabajo más completa a la
hora de abordar la salud mental en la sociedad, ya que se pretende que se trabaje en equipos
interdisciplinares para poder intervenir en todos los intereses y necesidades detectadas de la persona, la
familia y la comunidad. Realizando así un proceso terapéutico bajo la intervención de diversas disciplinas
profesionales y específico para cada casuística. Por ello es importante que no solo haya prácticas
puramente biomédicas y farmacológicas, y seguir fomentando un cambio de visión de carácter
interdisciplinar, dirigido a entender a la persona con problemas de salud mental como protagonista de
su proceso y como persona empoderada. Empezando por una formación más comunitaria de la salud
mental en las diferentes carreras universitarias y por dar a conocer el trabajo de los diversos
profesionales que trabajan bajo el modelo de Salud Mental Comunitaria y los beneficios que este
modelo conlleva.
Cristina Hernando Portero
Educadora Social-Especializada en Salud Mental Comunitaria
y en Mediación Artística en la Intervención Psicosocial y Socio-educativa.