Tener un hijo adolescente es como retroceder en las huellas de tu propia adolescencia. …..Es el momento en el que pasaste de ser un refugio paternal a enfrentar espacios de incertidumbre ……»
Muchos padres se despiertan un día y se dan cuenta de que su hijo ya no es un niño. Algo el o ella dijo o hizo queda en la memoria y, de repente se revela. En ese momento, como padre o madre, te das cuenta de que no hay vuelta atrás. El niño pequeño que confiaba plenamente en sus padres y hacía preguntas, incluso las que no tenían respuestas, ya no está. Esto crea un vacío, el primer nido vacío del niño que desaparece, y te enfrentas a ti mismo. Tu papel cambia, ya no es el mismo, y aún no sabes cómo asumir el nuevo lugar que ocuparás en la vida de tu hijo. Con este cambio, de alguna manera, también cambia tu identidad.
Tener un hijo adolescente es como retroceder en las huellas de tu propia adolescencia. A pesar de las distracciones de la vida, la profesión, el trabajo, la pareja y los hijos, no habías olvidado del todo ese momento crítico en la vida de todo ser humano y también en la tuya. Es el momento en el que pasaste del refugio paternal a enfrentar espacios de incertidumbre en los que comienzas a entender que tendras que tomar decisiones propias y desafiar la influencia parental.
La mejor manera de comprender a tu hijo o hija adolescente es recordar conscientemente ese momento crítico. Es un período de evolución mental, en el que empiezas a apropiarte de tu mente, a experimentar dudas, a hacer preguntas y a sorprenderte ante la ruptura de los mitos que hasta ahora sostenían tus creencias. En ocasiones, también puede haber desconfianza en las creencias de un mundo seguro, dibujado por figuras de autoridad significativas.
Este es un momento en el que te sientes «arrojado al mundo» y te esfuerzas mentalmente por comprender lo que no siempre es comprensible. Implica una «reconfiguración del orden» de tus prioridades, relaciones sociales, hábitos, y la forma en que actúas y piensas.
Podemos decir que la adolescencia es tanto un punto de llegada como un punto de partida. Se llega de manera intempestiva después de transitar la inocencia, con una visión del mundo sin inquietudes y con verdades que nos sostienen. Al mismo tiempo, es un punto de partida para comenzar a mirar ese mundo con independencia, nuestras propias vivencias y pensar por nosotros mismos.
Cuando existen inscripciones y huellas dolorosas, a menudo se revelan, a veces toman forma de trauma, que habían estado ocultas por una protección sabia, cuidadora de la infancia . Estas huellas se despliegan cuando la infancia nos abandona, emergiendo una la memoria y desencadenando una erupción caótica de representaciones largamente silenciadas. Siendo la oportunidad de resolverse , reorganizarse y construir un yo para el resto de nuestra vida.
A pesar de ser un período difícil, la adolescencia está llena de potencialidades y promesas de vida, así como una gran oportunidad para llegar a ser uno mismo desde la autenticidad. Al superar esta crisis de sentido, inherente a este momento, aparece la semilla que permitirá construir la mejor versión de uno mismo si el adolescente es acompañado, tolerado, comprendido y orientado. Es en esta etapa de mayor madurez emocional y cognitiva que los adolescentes adquieren nuevas herramientas para reflexionar sobre su pasado. A través de la confrontación con el pasado y la búsqueda de sentido, la adolescencia se convierte en una fase de cambio psíquico, transformaciones somáticas y desarrollo social. En este período, tanto los adolescentes como sus familias atraviesan momentos de caos y turbulencia, que ofrecen oportunidades cruciales para la construcción y la historización de lo que antes permanecía oculto y misterioso. La terapia en la adolescencia proporciona un espacio para la resignificación, para elaborar traumas y adquirir nuevas identificaciones, ideales, convicciones, representaciones y afectos que residen en la memoria. Cada una de estas memorias tiene un papel en la construcción de la identidad