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Para pensar la Depresión Infantil

La depresión como diagnóstico es reconocida por el Garantías Explicitas de Salud (GES) a partir de los 14 años de edad, de esta forma se puede facilitar y garantizar el tratamiento. Al reconocerse los síntomas y la necesidad de un diagnóstico para ser tratado, se dejan de lado sus expresiones desde las edades más tempranas debido a las diferencias que existen en torno a la sintomatología que suele ser mal interpretada bajo una perspectiva adulta (Superintendencia de Salud, 2020).

Poder reconocer los signos de una depresión infantil permite abordar señales para entender el malestar en la infancia y el desarrollo de él posteriormente en la adolescencia y luego adultos. La depresión comúnmente es entendida y reconocida como una incapacidad parcial o total para disfrutar la vida o bien la vida cotidiana, en conjunto a síntomas físicos como anhedonías, falta de ánimos o inestabilidad anímica.

Los primeros antecedentes de síntomas de depresión observado en niños, fue hecha por René Spitz en 1945 al tratar a niños y niñas hospitalizados posguerra, teniendo que enfrentar una abrupta separación de sus madres y entorno. Al observar a los niños internados comenzaron a notar que presentaban síntomas similares, se generaba un aplanamiento afectivo, una pérdida de interés en el entorno, inmovilidad, mutismo, pérdida de peso y un deterioro de sus capacidades psicomotoras. Es importante señalar que si bien se puede explicar por la separación abrupta a sus cuidadores, el ambiente y contexto era el de un sistema de salud que no daba abasto con la cantidad de niños y niñas huérfanas que se encontraban en calidad de pacientes debido a la sobre población de éstos. Se encontraban usualmente aglomerados y expuestos a enfermedades por las pocas condiciones sanitarias disponibles. Es decir, no tan solo se enfrentaban a la abrupta situación posguerra, sino que además el único ambiente que les brindaba alimento y cuidado era uno sobredemanda y precario que procuraba entregar ayuda a la mayor cantidad de niños (Spitz, 1985).

Estas primeras observaciones permiten considerar por primera vez la influencia de un vínculo deteriorado sobre el desarrollo de patologías en un infante, sumado a las condiciones traumáticas y extremas a las que se debieron enfrentar. Permite abordar expresiones de un malestar no tan solo somático sino también de las secuelas psicológicas que tiene el abandono y sus expresiones posteriormente físicas. A los síntomas observados se les clasificaron como depresiones anaclínicas, uno de los primeros diagnósticos psicológicos infantiles. Se debe principalmente a la privación afectiva del infante.

Posterior a estas observaciones y aportes de distintas corrientes psicológicas, se sistematiza una clasificación de la sintomatología infantil. La cual considera una clasificación en torno a 4 grupos de manifestaciones sintomáticas. En primer lugar se encuentran los síntomas directamente relacionados a la depresión la cual se asemeja a cuadros en adultos por presentar sintomatología inhibición psicomotora, tristeza, permanente fatiga, sentimiento de ser poco querido. Luego están los sentimientos asociados a sufrimientos de tipo depresivos, los cuales llevan a las personas a retraerse, volverse pacíficos y sumisos, y un desinterés en el desempeño escolar. En el ámbito personal existe una incapacidad de valorar la presentación personal, sentimientos de culpa o bien conductas autolesivas. Finalmente se encuentran equivalentes a la depresión por comorbilidad de sintomatología por ejemplo las enuresis, eccemas, asma o trastornos alimenticios.Otro grupo de sentimientos asociados a la depresión consisten en aquellos empleados a modo de defensa, en donde se pueden expresar sentimientos de rabia y actitudes desafiantes, llegando a agredir a pares o bien a enojarse desproporcionadamente (Ajuriaguerra 1989).

La depresión debe ser comprendida de manera diferente para ser abordada en la infancia. Para hacerlo debemos considerar que encuentra origen en la pérdida o amenaza de pérdida de un vínculo significativo en la infancia, ante lo cual se pueden experimentar un alto rango de sentimientos y emplear diferentes recursos defensivos o expresivos. Como en la infancia aún no somos capaces de elaborar sentimientos de melancolía, los experimentamos a través de nuestras conductas o sentimientos desbordados. Por ello es necesario entender para abordar este sentimiento temprano que al enfrentar afectos de tal complejidad, no podemos diagnosticar y exigir a un infante una elaboración de su estado anímico, sino más bien un abordaje seguro en donde se pueda sentir lo suficientemente contenido para abordar dichos sentimientos para posteriormente lograr elaborarlos de manera sana.

Referencia

Superintendencia de Salud (2020). Garantías Explícitas en Salud (GES). Disponible en: http://www.supersalud.gob.cl/difusion/665/w3-propertyvalue-1962.html

Spitz, R. (1985). El primer año de vida. México: FCE. (Orig., 1965).

Ajuriaguerra, J. D. (1989). Psychopathologie de L’Enfant (3a. ed.). PARIS: MASSON

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