El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es uno de los trastornos de ansiedad y refleja las características centrales de este grupo de padecimientos. Se define por la anticipación aprensiva de un daño o desgracia futuros; quien la padece tiene dificultades para controlar los pensamientos de preocupación sobre actividades rutinarias, como las relacionadas con la salud, el trabajo o la familia. Estas preocupaciones interrumpen el funcionamiento normal de la persona porque suelen ser invasivas, pronunciadas y angustiantes, además de que se presentan sin detonantes claros y se acompañan de malestares físicos como inquietud, irritabilidad, tensión en el cuerpo, fatiga y dificultad para concentrarse o dormir. Independientemente de la depresión, el TAG se vincula con distrés psicológico, menor calidad de vida, menor rendimiento laboral, mayor ausentismo y mayor asistencia a servicios de salud, además de que representa un factor de riesgo para intentos de suicidio, enfermedades cardiacas y mortalidad prematura. (Gaitán, Pérez, Vilar & Teruel, 2021).
Una de las principales características del TAG es tener una preocupación y ansiedad excesivas, persistentes (más de la mitad de los días durante al menos 6 meses) y difíciles de controlar sobre un número de acontecimientos o actividades tales como el rendimiento laboral o escolar.
Que la preocupación y ansiedad sean excesivas significa que su intensidad, duración o frecuencia son desproporcionadas con relación a la probabilidad o impacto real del evento temido. (López,1998)
En relación con la pandemia por Covid-19, se aprecia que la prevalencia de trastornos de ansiedad ha variado y aumentado ante las situaciones estresantes de la actualidad. La crisis sanitaria, económica y social aumenta la presión psicológica debido a la carga adicional de trabajo doméstico y de cuidados, y por la pérdida de ingresos o trabajo, además de los descensos en la seguridad alimentaria. (Gaitán, Pérez, Vilar & Teruel, 2021).
Ante los síntomas de TAG, inicialmente, es necesario aceptar que la ansiedad es una manifestación normal y esperada ante situaciones de incertidumbre, tal como la que el mundo vive actualmente con los efectos del COVID-19. Es por lo anterior que Larroy en Guía para el abordaje no presencial de las consecuencias psicológicas del brote epidémico de COVID-19 en población general, realiza las siguientes propuestas:
a. Asumir que la necesidad de contener no es solo tarea de las autoridades sanitarias ante el COVID-19 sino también una responsabilidad de todos y de cada una de las personas de todo el mundo. Por tanto, no es suficiente la acción de los servicios sanitarios, estos asumen una responsabilidad en el diagnóstico y se enfrentan a búsqueda de soluciones y el tratamiento efectivo; sin embargo, es preciso entender que la responsabilidad individual de la población, con la reducción del contacto social y físico, incluso la higiene mantenida resulta difícil, pero es una cuestión esencial para contener el virus.
b. Es necesario convertir el aislamiento como una oportunidad de aprendizaje. Hay que tener en cuenta que la vida antes del COVID-19 no dejaba mucho tiempo para pensar, leer y hacer cosas útiles que ayuden a mejorar nuestra vida. Estos días abren la posibilidad de aumentar el autocuidado y desarrollar recursos internos de afrontamiento mediante actividades saludables y útiles que pueden renovarse o aprenderse
c. Desarrollar la resiliencia es el mayor desafío. Se precisa explorar y fortalecer la capacidad de las personas para adaptarse positivamente a situaciones adversas o traumáticas convirtiendo el trauma en una oportunidad para resistir, superar un problema y salir fortalecido al identificar los aprendizajes como experiencias que nos ayudan a mejorar, a crecer como personas y dar un aporte a la sociedad.
d. Identificar las formas o alternativas de participación civil como elemento clave en la recuperación. La participación ciudadana permite empoderar a la población y tener una mejor respuesta a la situación traumática. Existen muchas formas de diálogo social y encuentros comunitarios que permiten la elaboración de estas situaciones (espacios de encuentro, debates, libros, películas, etcétera), ayudando a la generación de narrativas colectivas de resiliencia y altruismo. Al participar en actividades se logra estar mejor preparados, además de poder ayudar a mejorar el control de la ansiedad.
e. Revisar diariamente las ideas y emociones que sentimos y convertirlas en positivas. El ejercicio de reflexión diaria debe fijar la atención en las causas y consecuencias que están teniendo nuestros pensamientos y emociones acerca de las personas que queremos, por lo que es una base fundamental para iniciar un cambio, como, por ejemplo, detenerse a pensar en cosas positivas, ayudando a compensar las carencias y tener la disposición de hacer realidad los sueños en las condiciones en que se encuentra cada individuo.
f. Identificar las cosas y/o personas que te ayudan a sobrellevar la situación actual. Sirve para encontrar la fuerza de comunicar y esclarecer las ideas y sentimientos, limitando la exposición a personas y a las redes sociales que se enfocan de manera negativa y que pueden llegar a crear pánico. Es importante legitimar la fuente de información sobre el estado y control del COVID-19.
g. Mantener conexiones con funcionarios de salud y utilizar la tecnología. Con ello, se pueden combatir los sentimientos de aislamiento y aprender a manejar el distanciamiento social como uno de los cambios necesarios. Trate de salir al aire libre en áreas despobladas tanto como sea posible.
h. Desarrollar estrategias de manejo a comportamientos saludables. Dedique tiempo para relajarse, hablar con las demás personas, incluso a través de las redes sociales; mantenga rutinas regulares, creando horario para actividades de aprendizaje y actividades relevantes o divertidas; evite el consumo de alcohol y drogas, estos pueden agravar la ansiedad, por lo tanto, practique técnicas de relajación de respiración profunda, relajación muscular progresiva, visualización, incluso la oración puede ayudar a aliviar la ansiedad. De igual forma, es necesario aprender a reconocer las emociones y los pensamientos, pero no sin juzgarlos; es preciso aprender a actuar con intención y propósito.
i. Contribuir a formar una idea de prepararse para el período de recuperación y restauración de los efectos de la pandemia. El sentimiento de pérdida de algunos seres queridos o de holocausto que ha vivido, se tendrá que superar al asumir la recuperación como una oportunidad para pensar la vida y las relaciones humanas desde otra perspectiva. Al mismo tiempo, las condiciones del trabajo a distancia y hábitos asociados al distanciamiento social, tal como el lavado de las manos, uso del barbijo o mascarilla que se instauraron durante la pandemia se mantendrán activos y la recuperación implicará un reacomodo de la vida cotidiana con la experiencia acumulada.
Referencias
Gaitán-Rossi, P., Pérez-Hernández, V., Vilar-Compte, M., & Teruel-Belismelis, G. (2021). Prevalencia mensual de trastorno de ansiedad generalizada durante la pandemia por Covid-19 en México. Salud Pública de México, 63(4), 478-485.
Larroy, C. (2020). Guía para el abordaje no presencial de las consecuencias psicológicas del brote epidémico de COVID-19 en población general. Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
López, A. B. (1998). Trastorno de ansiedad generalizada. Recuperado de http://diposit. ub. edu/dspace/bitstream/2445/357/1/116. pdf.